Culture shock

Pasa el tiempo. Un mes, me dije, antes de escribir esta entrada. Un mes para asegurarte de que no escribes sobre un lugar idealizado por la nostalgia, sino sobre un lugar real, amable pero no tanto, pintoresco pero no tanto, lo que sea pero nunca tanto. Quería una entrada de corte casi científico, que analizara el culture shock que sufrí (o disfruté) al sumergirme en una cultura distinta durante el curso 2013/2014. Sin embargo, ya son casi tres meses los que han pasado desde que me despedí y no consigo sacudirme este romanticismo melancólico que impregna cada una de mis menciones, por desgracia cada vez menos frecuentes, a Arkansas.

Empecemos por una no tan sencilla definición: ¿qué se entiende por choque cultural? Es el sentimiento de desorientación o confusión, a veces incluso de frustración, que experimenta una persona al llegar a una cultura distinta de la suya. Y he dicho «no tan sencilla» porque, por supuesto, a cada individuo le afecta de manera diferente; hay gente más cerrada y gente más dispuesta a absorber cambios o a que los cambios le absorban, y también hay quien ha estado más expuesto a distintas culturas. «No pasa nada», me dijeron. «Tú ya has estado en Estados Unidos, ya sabes cómo es eso», me dijeron. «Además, con todos los productos y series y pelis que nos vienen de allí, ya nada nos resulta extranjero», me dijeron. Y tenían razón, pero estaban completamente equivocados. Uno puede creer que está acostumbrado, que ya nada le asombra, pero eso es deliciosamente falso.

Alimentación

Es un tópico eso de que los estadounidenses se alimentan fatal, pero no por ser trivial es menos cierto. Vemos en las películas cómo el vecino nuevo, para impresionar a la comunidad, los invita a su plato estrella superelaborado… y son unos macarrones con queso (y toneladas de mantequilla, dicho sea de paso). Si bien es cierto que el el Deep South se cocina bastante más que en el resto del país, esa escena sigue siendo bastante certera. Los pasillos de comida congelada son, fácilmente, tres o cuatro veces más extensos que en cualquier supermercado español, y la cantidad de cajas con mezclas preparadas para sólo añadir agua o un par de huevos, aunque cada vez más frecuentes en nuestras estanterías también, ahí son el pan (o el arroz, o la pasta, o el postre) de cada día.

Un desayuno sureño completo.

Un desayuno sureño completo.

Eso y, por supuesto, la comida rápida. Sólo tenéis que comprobar cuál era una de las secciones de la cafetería de la Universidad de Arkansas en Fort Smith, abierta de 7:30 de la mañana (porque a quién no le apetece una pizza masa pan para desayunar) hasta las 8 de la tarde:

Fomentando una dieta equilibrada

Fomentando una dieta equilibrada

Durante los 9 meses que estuve viviendo allí, me encontré con muchos productos que llamaron mi atención. Dejadme que os muestre, porque una imagen vale más que mil palabras, algunos de los que pude encontrar en la cafetería de la universidad, en Walmart (podría decirse que el equivalente a Carrefour) y en las ferias de distintas ciudades:

Un plato recurrente en la cafetería de mi universidad: sopa de queso cheddar.

Un plato recurrente en la cafetería de mi universidad: sopa de queso cheddar.

Pollo frito con gofres. Yo también era escéptica, pero he de reconocer que es una combinación exquisita. Mis niveles de colesterol a lo mejor no opinan lo mismo.

Pollo frito con gofres. Yo también era escéptica, pero he de reconocer que es una combinación exquisita. Mis niveles de colesterol a lo mejor no opinan lo mismo.

¿A tus hijos no les gusta la leche? No pasa nada, en Estados Unidos lo tienen controlado. O no.

¿A tus hijos no les gusta la leche? No pasa nada, en Estados Unidos lo tienen controlado: leche con sabor a ponche o con sabor a nubes de caramelo y chocolate.

Otro "manjar" de mi cafetería, pizza de macarrones con queso.

Otro «manjar» de mi cafetería, pizza de macarrones con queso.

Comí caimán

Comí caimán en una de las ferias de Fayetteville, AR.

Los tamaños de las raciones son, simplemente, distintos. Por no hablar de los sabores de las palomitas. Una vez probé palomitas de arándano.

Los tamaños de las raciones son, simplemente, distintos. Por no hablar de los sabores de las palomitas. Una vez probé palomitas de arándano.

Casi nadie bebe agua con las comidas

Y, hablando de sabores curiosos: hay que ofrecer variedad si casi nadie bebe agua con las comidas.

Vale, esto es extra, porque no fue en Arkansas sino en Texas: una Oreo frita.

Vale, esto es extra, porque no fue en Arkansas sino en Texas: una Oreo frita.

Pero no es lo único que freían. Mantequilla, tarta de queso, Nutella, una cena entera de Acción de Gracias... y cerveza.

Pero no es lo único que freían. Mantequilla, tarta de queso, Nutella, una cena entera de Acción de Gracias… y cerveza.

No es ningún mito, por cierto, que hay rosquillas para cada ocasión, ni que comen beicon siempre que tienen la oportunidad:

Como en las películas, sirven donuts para todo. Donuts de San Patricio.

Donuts de San Patricio.

Donuts de San Valentín.

Donuts de San Valentín.

Caramelos de beicon.

Caramelos de beicon.

Beicon cubierto de chocolate. ¿Por qué no?

Beicon cubierto de chocolate. ¿Por qué no?

"Baiconesa". Pues eso: mayonesa de beicon.

«Beiconesa». Pues eso: mayonesa de beicon.

Tarta de queso de jarabe de arce y beicon. He de reconocer, pese a mi escepticismo inicial, que esta es una de las  cosas más deliciosas que he probado durante mi estancia.

Tarta de queso, de jarabe de arce y de beicon. He de reconocer, pese a mi resistencia inicial, que esta es una de las cosas más deliciosas que he probado durante mi estancia.

Esto último no se come, pero se mete en la boca:

Esto no se come, pero se mete en la boca: el tabaco de mascar sigue siendo popular por estas latitudes.

El tabaco de mascar sigue siendo popular por estas latitudes.

Dentro de mi campus había dos carteles que me llamaban mucho la atención. Uno era el de prohibido fumar, que era curioso porque mostraba tanto un cigarro como un bote de tabaco de mascar como los que veis en la foto. El otro cartel era el de prohibidas las armas. No importa las veces que lo viera, siempre me llamaba la atención que no se diera por hecho.

Armas

Una tarde sonaron las alarmas. Había alguien con un arma en el campus. Mi jefe me hizo apagar las luces de la oficina, cerrar las puertas y esconderme bajo el escritorio. Cinco minutos más tarde, supimos que no había peligro, que había sido todo una confusión. Pero a mí la taquicardia ya no me la quitaba nadie.

Las armas están muy arraigadas en su cultura, sobre todo en el sur de Estados Unidos.

Las armas están muy arraigadas en la cultura estadounidense, sobre todo en el sur.

Otra prueba de lo natural que es.

Otra prueba de lo natural que es. Estoy amenazando con dispararte y está socialmente aceptado.

Una All American Family, tan adorable como estereotípica, me acogió durante esos meses como si fuera una hija más para ellos. Iba a cenar o a merendar a su casa cada poco tiempo, salíamos al cine, íbamos juntos a la Iglesia, pasé con ellos Acción de Gracias, me llevaron al aeropuerto cuando tuve que volver a España. Fue mi familia adoptiva, y pasé muchas horas con ellos. Los quería y quiero con locura, seguimos y seguiremos en contacto, y les estaré eternamente agradecida. Sin embargo, había un pequeño detalle al que nunca conseguí acostumbrarme. El padre, un hombre bueno, generoso y gentil como he conocido pocos, siempre llevaba su revólver encima. Y cuando digo «siempre» me refiero hasta cuando iba en pijama tranquilo por su casa.

Hay que decir que era un ex US Marshall, pero eso no restaba ni un poquito de la impresión que me daba cada vez que veía el arma asomar por debajo de su camiseta, aunque nadie a mi alrededor parecía darle importancia.

De hecho, a mí se empeñaron en enseñarme a disparar, como parte de mi inmersión cultural.

De hecho, mi «padre adoptivo» se empeñó en enseñarme a disparar, como parte de mi inmersión cultural.

El debate de la legalidad de las armas es un asunto peliagudo. Casi nadie en el sur quiere hablar de ello con una europea llena de ideas liberales. El argumento es que, sin armas, cómo se van a defender. Mi argumento es que, sin armas, de quién se iban a defender. Su contra-argumento es que el mercado ilegal seguiría existiendo. Mi razonamiento es que sólo hay que comparar los tiroteos en escuelas acaecidos en toda Europa y los que inundan las noticias de Estados Unidos cada año. Pero entonces contraatacan con el factor cultural. Y ahí sé que he perdido el debate, aunque en mi cabeza no sea así. Ahí sé que me encuentro ante un choque entre culturas, y no hay más que hablar.

Un concepto de libertad diferente al nuestro.

Un concepto de libertad diferente al nuestro.

Ejército

Estrechamente relacionado con el tema de las armas, e igual de delicado, está el del ejército. Conocí a un ex marine que estuvo en Iraq. Conocí a una madre cuyos dos hijos habían estado en Afganistán, de hecho uno de ellos siguió allí hasta Navidad. Lo que nunca llegué a conocer fue a nadie que alcanzara a explicarme por qué, más allá del discurso patriótico al que nos tiene acostumbrados Hollywood. Esta madre se tiró toda el día de Acción de Gracias pegada al móvil, esperando a que su hijo la llamara. Al final de la tarde, finalmente sonó el aparato, y al otro lado había un chico más joven que yo diciendo que no les habían dado pavo para comer y, a mi lado, una madre tratando de disimular las lágrimas. Esa imagen no ayudó a que comprendiera nada en absoluto.

Los acercamientos más humanos, más auténticos de los que pude ser testigo fueron el de Tim O’Brien, veterano de Vietnam, y el de mi amigo Carl, que sirvió en el ejército durante 23 años antes de decidir volver a la universidad para ser profesor de literatura, y que es veterano de Iraq.

La falta de reconocimiento y respeto a los veteranos de guerra es un tema que preocupa sobremanera a los que apoyan a las tropas.

La falta de reconocimiento y respeto a los veteranos de guerra es un tema que preocupa sobremanera a los que apoyan a las tropas.

Carl, en la celebración del Día Internacional de la Mujer, compartió con nosotros la siguiente anécdota sobre sus días como parte activa del conflicto: en una operación de reconocimiento, debían entrar en una casa. Carl, hombre de metro ochenta y tres cifras de peso, se disponía a derribar la puerta cuando la doctora militar que los acompañaba le preguntó, simplemente, “¿Has probado a llamar?” Carl le hizo caso, no sin sorpresa, y cuando le abrieron descubrió que en esa casa no había más que mujeres y niños. Además, les agradecieron el haber sido los únicos soldados con la amabilidad de no destrozar su hogar, y se mostraron cooperativos. Creo que es la primera vez que conozco a alguien que ha estado en una guerra de verdad, batallando, y la primera vez que escucho de primera mano una verdadera historia de guerra, de una guerra que yo he vivido pero con la suerte de haberla vivido de muy, muy lejos. En Estados Unidos no la viven de tan lejos, y eso se masca en el ambiente mucho más de lo que me esperaba. Todo el mundo conoce a alguien, más cercano o más lejano, que ha servido en algún conflicto o que vive bajo la amenaza constante de que lo llamen a filas.

Cada poco tiempo había campañas de reclutamiento, dentro y fuera de la universidad.

Cada poco tiempo había campañas de reclutamiento, dentro y fuera de la universidad.

Vuelvo a esa cena de Acción de Gracias en la que el fantasma de la guerra no nos impidió cebarnos con pavo y stuffing. Antes de empezar a engullir, dimos por supuesto gracias a Dios por la comida, pero también por las tropas, que nos protegen con sus vidas. Aproximadamente el ochenta por ciento de la oración, que duró varios minutos, habló de los chicos que estaban en Afganistán. Y ahí me di cuenta de que es la fe la que les da el coraje.

Religión

Dicen que la fe mueve montañas, y creo que en la zona en la que yo vivía esa metáfora cobra mucho más sentido todavía. Arkansas forma parte del Bible Beltque abarca todo el sureste de Estados Unidos.

Cinturón de la Biblia.

Cinturón de la Biblia.

Como se puede adivinar por su nombre, esta área se caracteriza por la significación social de la Iglesia, sobre todo de la iglesia protestante evangélica. Tengo mil anécdotas, como que el saludo más común no era «Hello» sino «God bless your heart», las innumerables veces que me han dicho que soy la primera atea que han conocido en su vida, las incontables veces que me han intentado bautizar, la cantidad inusitada de alumnos de 18 y 19 años ya casados, los alumnos de la clase de guiones que se negaban a leer en voz alta obras en las que hubiera palabras malsonantes, o el simple hecho de que en una ciudad de 86 000 habitantes hubiera casi 400 iglesias.

Parte de un escaparate de una tienda de decoración cualquiera.

Parte de un escaparate de una tienda de decoración cualquiera, Eureka Springs, AR.

Un estante de una librería cualquiera.

Un estante de una librería cualquiera, Van Buren, AR.

Una matrícula cualquiera en Charleston.

Una matrícula cualquiera en Charleston.

En mitad de la calle de Bourbon Street, Nueva Orleans.

En mitad de Bourbon Street, Nueva Orleans.

La mayor parte de las actividades sociales estaban vinculadas de algún modo a alguna iglesia. La fiesta de bienvenida, la de Navidad, la de San Valentín y la de despedida para los alumnos internacionales, sin ir más lejos, las organizó una iglesia bautista, y eso que la inmensa mayoría de estos alumnos eran vietnamitas y japoneses.

Pero no solo en el Bible Belt se respira este fervor religioso. He aquí un par de fotos sacadas en Chicago:

Se buscan actores y modelos cristianos.

Se buscan actores y modelos cristianos.

Difusión de la Palabra.

Difusión de la Palabra.

Es totalmente cierto lo que se ve en las películas: la religión es un elemento cotidiano y esencial en las vidas de la mayor parte de los estadounidenses. Creo que no viviré para ver un presidente de Estados Unidos que sea (o admita ser) ateo.

Clima

¿Cómo puede suponer el clima un choque cultural? Pues puede. El clima, aunque no es una parte de la cultura per se, impregna muchos aspectos de la cultura a la que envuelve. Y, creedme, en Arkansas la envuelve. La envuelve de un frío de hasta -15 y de un calor de hasta 40.

Una mañana de diciembre.

Una mañana de diciembre.

No recuerdo si fue a finales de enero o a principios de febrero, me levanté sobre las 8, a -3 ºC. A las 12h salí de casa, porque un amigo, como cada domingo, me iba a llevar a comprar a Walmart. 21 ºC. En cuatro horas, las temperaturas habían subido 24 ºC. En mi vida había visto una variación tan brusca en un mismo día. Esto, por supuesto, afecta a la forma de vida. Una vez le pregunté a un amigo que cómo podían hacer planes con un tiempo tan sumamente inestable. Me respondió: «Igual que los hacen los que viven en climas más estables, solo que nos decepcionamos más veces».

Pero lo más chocante tuvo lugar cuando se acercó la temporada de tornados. La primera vez que hubo una amenaza real, creo que fue también la primera vez que sentí verdadero pánico y que temí por mi vida. Era un día bastante bonito y soleado cuando, de repente, oscureció y empezó a caer una tormenta como he visto pocas. Pasados unos minutos, comenzaron a sonar las sirenas por toda la ciudad y el cielo gris pasó a ser de un tono verdoso nada atractivo, iluminado por los rayos de la tormenta y por los destellos azules y rojos de los coches de policía. Por un megáfono, la patrulla de la universidad alertaba de la posibilidad de un tornado y nos pedía por favor que nos dirigiésemos al refugio más cercano. Una vez en el refugio, recuerdo que no podía dejar de preguntarme y de preguntar cómo la gente podía vivir en el Tornado Alley, del que Fort Smith forma parte.

Pues viven pensando que les dará tiempo a llegar al refugio.

Pues viven pensando que les dará tiempo a llegar al refugio.

Uno de mis mejores amigos me envió un mensaje a los pocos minutos en el que me escribía algo así como «¿Sabes qué estaba haciendo yo mientras sonaban las sirenas? Jugar a la Play en mi sofá. Mira siempre lo que hacen los autóctonos». Sin embargo, unas semanas más tarde, un tornado (que se saltó mi ciudad pero por poco) asoló los pueblos de  Mayflower y Vilonia, llevándose 18 vidas autóctonas por delante.

Eso sólo pasa en las películas

Así que lo de Twister no solo pasa en las películas. Pero lo que no puede ser verdad es que, cada mañana, al llegar al instituto, suene el himno nacional o el Pledge of Allegiance (el juramento a la bandera de Estados Unidos). No puede ser que exista ese patriotismo tan exacerbado por el que los americanos de las películas matan y mueren. Excepto que sí puede ser, y es. Por supuesto, no todos lo sienten, y los que lo sienten no lo hacen de la misma manera. Sin embargo, antes de cada evento, todas las manos van hacia el pecho y las miradas hacia la bandera. Da igual que sea un partido de la NBA o un torneíllo de colegio. Fui testigo de esta imagen muchísimas más veces de las que podáis llegar a creer, pero nunca dejó de maravillarme el hecho de que un país tan grande y con tantas diferencias culturales, sociopolíticas, económicas y étnicas mantenga ese nivel de unidad y sentimiento de pertenencia.

Otros aspectos que podríamos pensar que solo suceden o que al menos están exagerados en las películas son:

– Siguiendo con el tema deportivo, es cierto: siempre hay animadoras.

Siguiendo con el tema deportivo, es cierto: siempre hay animadoras. Y suelen ser guapísimas y populares.

Y suelen ser guapísimas y populares.

– Las ferias de ganado existen. Y no lo digo por el tema de las animadores.

Las ferias de ganado existen. Y la gente las disfruta.

He aquí el cerdo ganador de la feria estatal de Texas, uno de los estados vecinos.

– Las taquillas no son una invención para las series: todo instituto tiene sus pasillos llenos de taquillas.

Las taquillas no son una invención para las series: todo instituto tiene sus pasillos llenos de taquillas, aunque no todas tan alegres como estas.

Aunque no todas tan alegres como estas.

– Los supermercados no pueden vender bebidas destiladas; para eso están las «Liquor stores».

Los supermercados no pueden vender bebidas destiladas; para eso están las "Liquor stores". Es más, en Arkansas, no se puede vender alcohol los domingos, porque es el día del Señor.

Es más, en Arkansas, no se puede vender alcohol los domingos, porque es el día del Señor.

– Todo el mundo va en coche a todas partes. A veces no se molestan ni en construir aceras, porque nadie las va a usar. De hecho, alguna vez fui desde el campus al centro comercial andando (unos 20 minutos escasos) y, aunque en ese tramo sí que hay acera, los conductores se me quedaban mirando extrañados.

En realidad no sé por qué he escogido el ejemplo del centro comercial: de mi apartamento hasta la cafetería de la universidad había un recorrido de, como mucho, 4 minutos, atravesando la arboleda preciosa de la Universidad de Arkansas, con su césped y sus fuentes y sus ardillas. Bien, no sé cuántas veces me ofrecieron llevarme en coche desde la cafetería hasta mi casa. No eran días de lluvia, ni de frío extremo, ni de calor asfixiante. Simples días.

Todo el mundo va en coche a todas partes. A veces no se molestan ni en construir aceras, porque nadie las va a usar. Este cartel de Little Rock, la capital de Arkansas, es muy ilustrativo: coge un bus de 1 minuto en vez de atravesar un parque en 5.

Este cartel de Little Rock, la capital de Arkansas, es muy ilustrativo: coge un bus de 1 minuto en vez de atravesar un parque en 5.

Esto no es exclusivo de Arkansas, es algo bastante generalizado. De hecho, existe un documental sobre una ciudad de Ohio en la que los niños van andando al colegio, como algo innovador y especial.

– Se toman muy en serio la Navidad, y todo lo llenan de luces y decoraciones y villancicos e incluso ambientadores con aromas navideños… ¡desde el día después de Acción de Gracias! De hecho, muchas familias, cuando ya han digerido el pavo, se disponen a colgar las luces en sus fachadas:

Una casa cualquiera... Bueno, vale, cualquiera no, pero real.

Una casa cualquiera… Bueno, vale, cualquiera no, pero real.

Se toman muy en serio la Navidad, y Santa Claus presta sus rodillas en cada centro comercial.

Santa Claus presta sus rodillas en cada centro comercial.

Si los venden es porque la gente se los pone.

Si los venden es porque la gente se los pone.

Familia feliz con su árbol de Navidad recién cortado.

Familia feliz con su árbol de Navidad recién cortado.

– Lo mismo con Halloween, las decoraciones se empiezan a poner semanas antes y todos los niños (y muchos no tan niños) se disfrazan para ir de Truco o Trato.

Lo mismo con Halloween, las decoraciones y el Truco o Trato. Nada exagerado, todo sucede tal y como aparece en las pelis.

Nada exagerado, todo sucede tal y como aparece en las pelis.

Otro jardín decorado. Estte, con casita del terror incluida.

Otro jardín decorado. Este, con casita del terror incluida.

Una no tan niña disfrazada ;)

Una no tan niña disfrazada 😉

– Es totalmente verídico: muchos viven en casas prefabricadas. En realidad es comprensible: a un tornado le da igual que tu casa sea de ladrillo, porque se la va a llevar de todos modos. Así, al menos, lo que se lleva no es tan caro.

Poderosos cimientos.

Poderosos cimientos.

Sí, viven en casas prefabricadas. Aquí vemos cómo llevan una de la tienda al terreno.

Aquí vemos cómo llevan una de la tienda al terreno.

– Hay muchísimas motos tipo custom, muchas, y hay una tendencia general a comprar coches mucho más grandes que en Europa.

Hay muchísimas motos, muchas. Pude ir a un par de concentraciones moteras, pero en realidad cada día veías varias Harley pasar.

Pude ir a un par de concentraciones moteras, pero no había necesidad, porque en realidad cada día veías varias Harley pasar.

Los "pickup trucks" están también por todas partes. Bastantes de ellos con ciertas modificaciones.

Los «pickup trucks» están también por todas partes. Bastantes de ellos con ciertas modificaciones.

Hay auténtica pasión por los coches clásicos.

Hay auténtica pasión por los coches clásicos.

Algunos tan clásicos que no pasarían la ITV.

Algunos tan clásicos que no pasarían la ITV.

– Las graduaciones también son como en las pelis, con sus togas y sus birretes, sus discursos emotivos y, por supuesto, su himno nacional.

Las graduaciones también son como en las pelis. Aquí están los recién licenciados, cambiándose la borla del birrete de lado para indicar que ya han recibido su título.

Aquí están los recién licenciados, cambiándose la borla del birrete de lado para indicar que ya han recibido su título.

– En fiestas y ocasiones especiales se ven muchas escenas del tipo tirar a diana y, si aciertas, alguien cae al agua.

En fiestas y ocasiones especiales se ven muchas escenas del tipo tirar a diana y, si aciertas, alguien cae al agua. Yo tuve la oportunidad, por ejemplo, de darle un tartazo a mi jefe cuando llegamos a los 1000 seguidores en la página de Facebook de la oficina.

Yo tuve la oportunidad, por ejemplo, de darle un tartazo a mi jefe cuando llegamos a los 1000 seguidores en la página de Facebook de la oficina.

Es común entre la case media alquilar castillos hinchables para cualquier celebración.

Es común entre la case media alquilar castillos hinchables para cualquier celebración.

– Tiran los periódicos desde una bici. Y no, no se los roban, al menos no demasiadas veces. Creo que una de las imágenes que más me impactó fue la ausencia de vallas en los jardines. Sólo las casas con perro tenían cercados, el resto estaban totalmente expuestas, con sus corta-césped y sus columpios de jardín al alcance de cualquiera. Y pasaban las semanas y los meses y nadie le robaba los juguetes a mis vecinos… claro, que aquí nunca sabes cuándo te puede salir el dueño con una escopeta.

Tiran los periódicos desde una bici.

No es un mito.

– Hay moqueta por todos lados, y no entienden que haya quien pueda pensar que no es muy higiénico, sobre todo si tienes mascota.

Hay moqueta por todos lados, y no entienden que haya quien pueda pensar que no es muy higiénico. Aquí incluso la podéis ver en la escalera exterior de un hotel.

Aquí incluso la podéis ver en la escalera exterior de un hotel.

– Las carreteras desérticas e interminables son usuales.

Las carreteras desérticas  e interminables son usuales.

¡Yirapa!

Para lo último me he dejado lo más importante de todo, lo que realmente marca la diferencia, lo que ha conseguido que en tres meses mi relato no haya adquirido ni un ápice de objetividad.

La gente

A la gente del sur de Estados Unidos se la conoce por toda la nación por lo que se llama la Southern hospitality. Me habían hablado de ella; me habían comentado que los sureños eran más acogedores, más simpáticos, más cálidos, más amables. Yo no me lo creí mucho, porque a decir verdad me chirriaba bastante con el concepto de Bible Belt y con la cantidad de estados rojos (republicanos, conservadores) que hay por esa zona, Arkansas entre ellos. No podía estar más equivocada.

Southern hospitality.

Southern hospitality. Un regalo que me hizo una persona por, simplemente, hacer mi trabajo.

Antes de llegar ya tenía a cuatro perfectos desconocidos dispuestos a recogerme del aeropuerto. Cuando llegué, alguien me ayudó, sin que yo se lo pidiera, a hacer la mudanza. Cuando me fui, varios amigos vinieron, sin que yo se lo pidiera, a ayudarme a hacer las maletas. En Navidad, como volaba desde Little Rock, que está a dos horas y media de Fort Smith, y el transporte público en USA no es demasiado recomendable (otro choque cultural, este no demasiado agradable), una amiga se ofreció a llevarme en coche aunque suponía 5 horas de conducción para ella. Como ya he mencionado antes, un amigo me llevaba a comprar al hipermercado todas las semanas, y varias personas llevaban a los alumnos internacionales también cada fin de semana. Como yo no conducía, si necesitaba ir a Correos o a la Seguridad Social o a donde se me antojase, bastaba con poner un anuncio en Facebook para que apareciesen diez voluntarios a los cinco minutos. Por Navidad, San Valentín y mi cumpleaños recibí muchos regalos inesperados. Varios profesores me dijeron que, si había mucho ruido en la oficina de Relaciones Internacionales, podía ir a su despacho a trabajar cuando quisiera. Mis conocidos me preguntaban «¿Qué tal?» al cruzarse conmigo por el campus y se paraban, porque era una pregunta genuina, querían saber de verdad qué tal estaba. Todo el mundo, conocido o extraño, me saludaba y me sonreía y me sujetaba la puerta cuando iba a pasar. Y podría seguir, y seguir, y seguir.

Y mi familia adoptiva. Oh, mi familia. Me arroparon como nadie y a cambio de nada en absoluto. Cuando estuve enferma, me cuidaron; cuando se estrenó la obra de teatro en la que participaba, me regalaron flores y bombones porque es la tradición; me invitaron a su cena de Acción de Gracias, donde conocí al resto de miembros de la familia que, con unas horitas de contacto, ya me incluyeron en su lista de sobrinos o nietos. Cuánto aprendí de ellos, de cómo quiero comportarme yo el resto de mi vida con todas las personas que se crucen por mi camino.

Esto está DELICIOSO.

Plato principal de Acción de Gracias. Como sabían que era mi comida favorita de EE.UU., el día que me fui me la volvieron a preparar, a pesar de ser 11 de mayo.

Pero no solo aprendí eso. Todos ellos, desde la abuela hasta los nietos, son conservadores, muy religiosos, a favor de la ocupación de Iraq, amantes de las armas… tenían todas las papeletas para no congeniar en absoluto conmigo. Sin embargo, el sur de Estados Unidos y esa famosa hospitalidad te demuestran que no tienes que estar de acuerdo en todo, ni siquiera que compartir los valores esenciales, para querer a una persona. Supongo que esa es la clave para que un país tan heterogéneo siga siendo un único todo. Arkansas me enseñó a ser mucho más tolerante de lo que en realidad soy cuando vuelvo a casa. No comprendo, no comparto, pero las personas de esa familia, que sí comprenden y sí comparten, son bellísimas personas. Aunque me resulte casi un oxímoron, tratan al prójimo con una dulzura y dadivosidad que no he visto yo en demasiadas ocasiones, por desgracia.

Ese fue el choque cultural más intenso, más violento, más arrasador: la revelación de mis propios prejuicios ante los prejuicios de los demás. Son muchas las cosas buenas que me llevo de este año en la América profunda, pero sin duda esta es la lección que más valoraré el resto de mis días. Por eso, tal vez, no soy demasiado objetiva. Pero he llegado a un punto en el que ya no sé si quiero serlo.

Gracias por chocarme tanto, Arkansas.

My home away from home.

My home away from home.

16 pensamientos en “Culture shock

  1. Muy interesante el artículo, desde luego no te deja indiferente, dan ganas de ir a conocer la América profunda y, sobre todo, probar esas especialidades como bacon con chocolate

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    • Me alegro mucho de que mi entrada te haya dado ganas de visitar el «Deep South». La verdad es que merece mucho la pena, si tienes la oportunidad no lo dudes 🙂 Eso sí, no abuses del bacon, que tus arterias seguro que no están acostumbradas 😉

      Un saludo.

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  2. Ay, nena, cómo te entiendo. A pesar de las cosas que nos puedan chocar, para bien o para mal, entiendo tu nostalgia que, por ejemplo Alemania, no me provoca. A mí solo me bastó un par de semanas para darme cuenta de que todo lo que se refleja en las películas americanas no es más que la realidad, sin contar con las escenas en las que se destruye la ciudad de Los Ángeles o Nueva York en 10 minutos y el protagonista solo sufre un rasguño XD. Pero todo lo demás es tal cual. No me gustaría conocer el lado más oscuro de la América profunda como los pueblos perdidos en Idaho o similar donde el choque cultural se torna un factor de miedo. Es uno de esos países a los que seguiré volviendo y quién sabe si se me brinda la posibilidad de vivir allí una temporada, pero con un buen seguro médico jaja.

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    • Sí, es un país que engancha. No te das cuenta, y acabas adorándolo aunque, objetivamente, desde una perspectiva europea puede dar miedo.

      Un día fuimos de excursión a la montaña, y nos metimos en un pueblo perdido de cuatro casas de madera. En todos y cada uno de los porches ondeaba la bandera de la confederación. No fue un paseo agradable.

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  3. Hola, Iris: ¡qué bonita entrada! Me gusta muchísimo y confirmo que todo lo que dices es cierto, porque yo también lo viví 😀

    He visitado, en varias ocasiones, partes de Texas. Lo primero que me llamó la atención fue que tooooodo es grande: casas, coches, tiendas, todo se consigue en tallas «kingsize». Es como si nunca hubiesen oído de porciones pequeñas.

    Igual que a ti me chocó muchísimo que para darle la vuelta a la esquina cogían el coche, y, una vez en las afueras de Houston, queriendo dar un paseo de domingo, terminé renunciando después de treinta minutos buscando una acera (y huyendo de varios pares de ojos penetrantes provenientes de vecinos que practicaban miradas apocalípticas y hacían ver que controlaban la barbacoa… puedo asegurarte que no vengo de la luna).

    Otra curiosidad es que el personal sanitario entra y sale al/del trabajo con la indumentaria del hospital mientras que en España lo tenemos prohibido por lo de la seguridad sanitaria. Esto lo viví en la zona de los tropecientos centros médicos unidos por puentes elevados y túneles subterráneos, en Houston después de que el huracán Ike pasara por la ciudad.

    También en Texas, la hospitalidad es ley, bien dices. Hay cantidad de iglesias bautistas (sobre todo) y una fe increíble. Como ya te imaginas o habrás visto, el caballo y las botas «cowboy» es un «must» para un buen tejano, no conocí a nadie que no tuviera un caballo en algún establo compartido y la actividad preferida es ir al rodeo.

    Otra cosa que me chocó mucho en un principio fue que todos los camiones tienen que llevar un número de teléfono en la parte trasera del vehículo para que los conductores que les sigan puedan llamar a ese número si el camión comete una infracción en carretera.

    En Dallas (downtown), sentada en un banco de un parque céntrico se me acercó un día un señor afroamericano para preguntarme cómo estaba. Al principio se me encogió el corazón pero una vez que comenzamos a hablar resultó ser una persona muy agradable que después me explicó, con todo detalle y orgullo, cosas sobre su ciudad. Porque sí.

    San Antonio es ciudad de peregrinaje para todo americano. El pequeño museo con restricción de visitas siempre es el más visitado y no les importa hacer colas para poder entrar. Eso sí, ¡¡¡¡que no falte la gorra de béisbol y el bidón de Coca-Cola!!!!

    Otra cosa curiosa es el sistema de servicio en restaurantes. Pagas por el menu, pero pides tanto como quieras (hasta reventar) y bebes aún más, que no te cuesta nada adicional. Una vez en Olive Garden (cadena de restaurante familiar e italiano) pedimos un plato de pasta a la carta y ensalada para todos. No pudimos con todo pero aún así volvimos a pedir otra ronda de platos (total, no te lo cobraban) y al rato pedimos poder llevárnoslo. ¡Ningún problema!

    Lo que más echo de menos cuando voy es un buen pan crujiente. La mayoría se alimenta de sandwiches (pan de molde) y si se te van los ojos a las baguettes, ten por seguro que son muy muy blandas.

    Me he enrollado, ¿verdad? Muchas gracias por el relato, ha sido un placer leerte.

    Un saludo,
    Marie-Claire 😀

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    • De enrollarte nada, me ha encantado todo lo que cuentas porque, como dices, lo he vivido todo, excepto lo de los uniformes del personal sanitario porque tuve la suerte de no tener ni que acercarme a un centro médico y no me fijé.

      Yo hasta me terminé comprando unas botas de cowboy, con eso te lo digo todo. Los bufés libres siempre me llamaron mucho la atención, no entiendo cómo les sale rentable, ya que es así de natural pedir los restos para llevar. ¿Y las fuentes de refresco? Lo siento mucho, pero en España eso no se sostendría, la gente iría al local con garrafas de 5 litros 😀

      Lo de los extraños acercándose sólo para preguntar si estás bien o necesitas algo no es algo exclusivo del sur, yo lo viví en pleno Manhattan, no una vez ni dos ni tres. De hecho, una vez, en el Harlem, me pasó algo parecido a lo que cuentas: se me encogió el corazón cuando se nos acercaron a mí y a mi acompañante un grupo de afroamericanos llenos de oros en el típico coche destartalado escuchando rap a todo volumen. Luego me sentí la persona más llena de prejuicios del universo, ya que nos habían visto con el mapa y sólo se ofrecieron a explicarnos dónde estaba nuestro albergue.

      Estados Unidos es toda una experiencia gracias a los increíbles contrastes que presenta. Es una lección de vida.

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  4. Magnífico. Se parece uno a de esos informes que redactaban los antropólogos después de pasar una temporada entre caníbales. Escribes muy bien. Da gusto leerlo. Un abrazo.

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  5. ¡Una entrada genial, Iris! Me ha sorprendido cuánto se parecen en muchas cosas a los australianos y lo distintos que parecen ser en otras. Gracias por esta entrada 🙂

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  6. ¡Qué reflexión interesante! Me parece muy realista y me gusta mucho el enfoque objetivo que le has dado, sin pretensiones de generalizar demasiado. Me quedo solamente con la curiosidad de saber qué habrán opinado todas las personas con las que te has cruzado (y en particular las más cercanas) acerca de ti (y de la cultura ¿española? ¿europea? ¿cosmopolita?) que te llevabas encima. Un choque cultural, en el fondo, es siempre un proceso de «contaminación» bilateral, aunque desequilibrado. 🙂

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  7. ¡WOOOOOO! Iris, me ha encantado la entrada. ¡Qué montón de historias! La verdad, dan ganas de ir allí a ver todo esto con los propios ojos. Hay cosas que me han sorprendido mucho, principalmente sobre la comida… Sobre el tema de las armas, supongo que a mi también me chocaría un montón. Ver a alguien pasearse por casa armado… ¡qué extraño!

    Creo que has aprovechado muy bien tus meses allí. ¡Me alegro mucho!

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  8. Hola Iris, creo que soy la primera estadounidense que comenta aquí… 🙂 Me gustó muchísimo tu entrada y me alegro que lo hayas pasado tan bien allá. Espero que haya quedado claro para tus lectores que hablabas de una región en particular, y no de todo el país, porque mi experiencia no tiene nada que ver con la tuya! De donde vengo yo somos liberales y ateos, no freímos la comida, no tenemos armas, hay transporte público, no apoyamos las guerras, etc. Como dices, es un país con mucha diversidad.

    Gracias por compartir tus reflexiones tan astutas, ¡me las releo para prepararme si es que viajo al sur en el futuro! Porque la distancia cultural entre dos lugares dentro de Estados Unidos también puede ser muy grande… Me has hecho darme cuenta de que tengo los mismos prejuicios sobre los sureños que tenías tú.

    Gracias de nuevo, ha sido realmente interesante leer sobre mi país desde la perspectiva española.

    Una cosita más, en inglés no se dice «cultural shock» sino «culture shock».

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    • Hola, Sally. En efecto, me refería a mi experiencia personal en Arkansas y algunos otros viajecitos que he ido haciendo, espero que haya quedado claro. Obviamente, no tiene mucho sentido generalizar cuando dos puntos de un mismo país pueden estar tan lejos como Madrid y Moscú. Sin embargo, sí que me llamó mucho la atención, precisamente por eso, el sentimiento de unidad que se respira en general; me parece muy bonito.

      Muchas gracias, ahora cambiaré lo de «culture shock», aunque lo he leído con «cultural» en varios artículos. Gracias por el comentario. Feliz fin de semana 🙂

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  9. Pingback: 5 cosas que dan miedo de irse a otro país | traducciones juradas online rápidas y ecónomicas

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