Siempre hablo de que las posibles causas de que me convirtiese en traductora son una infancia casi bilingüe, un padre bibliófilo y un abuelo poeta. Pero, ¿por qué traductora audiovisual? Mi amor por el cine tampoco surgió de la nada, sino que fue propulsado por este hombre que hoy cumple años: mi tío Paco. Recuerdo, con mi adolescencia recién estrenada, ir al cine con él los domingos por la mañana, cuando no iba casi nadie, y quedarnos hasta el final de los créditos. Lo recuerdo claramente, como si fuera ayer, pero lo echo de menos como si hubiera pasado más de un siglo en lugar de más una década. Por suerte, aquellos momentos calaron en mí, y aquí estoy ahora, intentando que futuros tíos y sobrinas vayan al cine y escuchen, sin saberlo, mis palabras. Y que lo descubran cuando se queden observando los títulos de crédito.
Gracias, Paco. Muchas gracias.